
En la realidad, todas las personas, por la herencia recibido del pecado de los primeros seres creados, tenemos una forma de encarar la vida sexual que en general no se corresponde con lo que Dios aspiró al crear seres sexuados.
La promiscuidad, los vicios y adicciones como la masturbación, el voyerismo, el sadomasoquismo, la práctica homosexual o lésbica, y distintas otras desviaciones emocionales-psicológicas son comunes a todas las personas. Hay quienes pueden pasar por encima de sus deterioros, por su propia personalidad carácter y buenaventura y eso no les perjudica en manera notable. Aunque un porcentaje alto de vivientes, desarrolla un estilo de vida sexual que raya con lo perverso, depravado, inmoral, liberal, etc.
Todas las personas sufren en su sexualidad, que también es producida por su alma herida, las consecuencias de una Humanidad caída. Su alma fue la que recibió la herida, el quebranto, y por consiguiente las órdenes que da al resto de sus emociones, cuerpo, sexo son de la misma manera órdenes heridas, no puede dar órdenes perfectas, sanas.
Distintas inclinaciones, muchas veces no son expresadas verbalmente, otras veces no son expresadas en manera práctica, otras tántas se desarrolla pero se esconde, ya que toda desviación de lo que el corazón-conciencia-buenas costumbres-religión marca, es objeto o razón de autocondenación, culpa y aislamiento.
Todo ser humano es proclive a mentir, engañar, no tener fe, lastimar, robar, etc., en el área de la sexualidad también hay inclinaciones, debilidades y tendencias pecaminosas notables que desdibujan el diseño divino.
Todo el hombre/mujer está quebrantado, es necesario, indispensable, que el Gran Reparador actúe sobre cada herida del alma.
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